QUIEN SOY Y QUE HAGO
Soy Ramiro, fundador de InfoCusco, distribuidor de la Sal de Maras y administrador de Mandor Wasi, una acogedora casa de campo en Quillabamba. Un soñador andino con WiFi que une la tecnología con el turismo, los sonidos del electro pop andino con la pasión por el estadio Garcilaso. Todo lo que hago tiene un mismo origen y un mismo corazón: Cusco.

Paquetes a Machu Picchu
Lo que comenzó hace más de 24 años como un pasatiempo —ayudando a los viajeros a descubrir el Cusco desde mi mirada— se transformó en mi primer proyecto serio y en el viaje que cambió mi vida: InfoCusco, una agencia creada con identidad propia, con los pies firmes en la tierra y el corazón en las alturas.
Hoy brindamos paquetes completos a Machu Picchu, además de trekkings, trenes, boletos, guías y experiencias únicas. Pero más allá de los servicios, compartimos algo más profundo: la vivencia auténtica de conocer el Perú desde adentro, sin adornos ni filtros.
Porque Machu Picchu no se visita, se siente, se respira y se vive.
Y hacerlo junto a alguien que ama su tierra… marca la diferencia.

Sal de Maras
De niño observaba a mi madre y a mi abuela cargar sacos de sal de Maras sobre burros. Caminaban durante horas, cruzaban pueblos y descendían cerros, llevando en sus espaldas algo mucho más profundo que un producto: transportaban herencia, esfuerzo y memoria.
Años más tarde, cuando la pandemia detuvo el turismo y silenció a InfoCusco, esas imágenes volvieron a mí. Entonces comprendí que el camino para seguir adelante era regresar al origen.
Con el apoyo de la tecnología, una nueva logística y el mismo espíritu de siempre, empecé a distribuir la auténtica Sal de Maras a todo el Perú. Lo que antes viajaba a pie, hoy recorre el país sobre ruedas… pero su esencia permanece intacta.
Proceso de compra: haga su pedido hasta el miércoles a las 10:00 a.m.; los jueves se procesan todos los encargos y los viernes se realizan los envíos por la tarde.

Mandor Wasi Quillabamba
Mandor Wasi es una acogedora casa de campo situada en la selva del Cusco, a tan solo 15 minutos de Quillabamba. Es un refugio natural rodeado de montañas, cafetales y árboles frutales, donde el murmullo del río y el canto de las aves reemplazan el ruido de la ciudad. Un espacio donde el tiempo se detiene y cada rincón invita a respirar calma.
Pensada para quienes buscan descanso, inspiración o reconexión con la naturaleza, Mandor Wasi no es solo un lugar para hospedarse: es una experiencia que se vive con los cinco sentidos. Ya sea para pasar unos días, escribir, caminar o simplemente mirar el cielo sin prisa, esta casa de campo te recibe con alma verde y corazón cálido.
Y si deseas adentrarte aún más en la naturaleza, podrás explorar las cataratas de Mandor, un tesoro escondido entre la vegetación que completa la magia del lugar.
Tecnologías de la Información
Me formé en Tecnologías de la Información en SENATI y el Instituto KHIPU, donde construí una base sólida en redes, diseño web, servidores, hosting y todo lo que compone el ecosistema digital. Desde el principio comprendí que entender la tecnología desde dentro me daría una verdadera ventaja al crear proyectos con sentido y propósito.
Con el tiempo, amplié mis conocimientos con especializaciones en SEO, SEM y marketing digital, lo que me permitió ir más allá del desarrollo web: posicionar marcas, atraer audiencias y transformar ideas en negocios sostenibles.
Toda esta trayectoria ha sido fundamental para impulsar mis propios proyectos, como InfoCusco o la distribución de Sal de Maras, y también para ayudar a otros emprendedores a conectar su visión con el mundo digital.

Cienciano de Corazón
Soy ciencianista de corazón, no solo por el amor al club, sino porque me formé en el glorioso Colegio Nacional de Ciencias, símbolo de historia, rebeldía e identidad cusqueña. Crecí en una ciudad donde el orgullo no se hereda: se demuestra cada día, y Cienciano siempre fue parte de esa enseñanza: el equipo que nos hizo creer que desde el sur también se puede escribir historia.
Ser del Cusco no es una simple referencia en el mapa, es una manera de sentir, de resistir y de avanzar con el pecho erguido, incluso cuando el mundo duda de ti.
Por eso, en todo lo que hago —ya sea en los viajes, la música o los proyectos empresariales— llevo esa misma energía roja, esa pasión que nació entre las aulas del Ciencias y los gritos del estadio Garcilaso.

Música en evolución
Creo en la música como un puente entre lo ancestral y lo contemporáneo. Me inspiro en las raíces del Perú, en sus melodías, ritmos y tradiciones, para transformarlas en nuevas formas sonoras que mantienen viva su esencia, pero con un espíritu moderno y universal.
Mi trabajo se apoya en recursos creativos de vanguardia, que amplían los límites de la creación y me permiten reimaginar lo tradicional desde nuevas perspectivas. Exploro desde lo sinfónico y orgánico hasta lo moderno y electrónico, tejiendo un diálogo entre lo local y lo global, entre el pasado que nos formó y el futuro que soñamos.
Mis composiciones buscan acercar la música de raíz a distintas generaciones. Puedes escucharlas en mis redes sociales y en las plataformas de streaming.


Viajero por naturaleza
Desde siempre he recorrido los rincones del Cusco y del Perú, pero es en mi propia tierra donde más veces me he perdido para volver a encontrarme. He caminado por senderos ancestrales, visitado comunidades vivas, participado en fiestas tradicionales y descubierto paisajes que no aparecen en las postales.
Hoy, gracias a las nuevas tecnologías, esa misma pasión me permite llegar más lejos: realizo transmisiones en vivo desde los propios destinos turísticos, mostrando en tiempo real nuestras costumbres, rituales y tradiciones.
Porque para mí, viajar no es solo desplazarse, sino compartir lo que somos con autenticidad, orgullo y conexión verdadera.

Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad
Mi historia con el Santuario del Señor de Qoyllur Rit’i
Tenía unos diez años la primera vez que fui al Santuario del Señor de Qoyllur Rit’i, acompañado por mi mamá y mi madrina de bautizo. Nos quedamos en una pequeña celda cerca del templo. No comprendía del todo el significado de la festividad, pero ver tanta fe reunida en un solo lugar me dejó marcado para siempre. Aquello no era solo una procesión: era algo más profundo, más antiguo, más vivo.
Años después, ya adolescente, decidí peregrinar con un grupo de amigos del barrio. Partimos desde Urcos a pie rumbo al santuario. Fue una experiencia inolvidable: pasamos hambre, sed y frío, pero nada de eso nos detenía. Éramos jóvenes, teníamos energía y propósito. Recuerdo que al llegar a Mahuayani, nadie creía que habíamos caminado todo ese trayecto. Lo hicimos al menos tres veces.
El tiempo pasó. Ya adultos, volvimos tres amigos y yo en un tico (carro chiquito). Al llegar, el portero o encargado del templo que vivia en Mahuyani nos dijo que hacía semanas que nadie subía. Él mismo nos dio la llave. Subimos, y al alcanzar la primera cruz, el paisaje estaba cubierto de nieve: todo blanco, todo silencio. En medio de ese silencio vimos huellas frescas que se dirigían a la puerta del templo, como si alguien hubiera entrado poco antes… y luego, nada. No recuerdo más. Solo el regreso a Cusco.
Años más tarde volví con mi familia, esta vez en plena festividad. Luego dejé de ir por un tiempo… hasta que regresé solo.
Y fue en ese regreso cuando algo dentro de mí se encendió. Tuve un flashback: recordé todo, entendí todo. Comprendí que ese lugar —esa montaña, ese santuario— es el único sitio en el mundo donde he sido, soy y seré profundamente feliz. No una felicidad más grande que la familiar o la compartida, sino una felicidad distinta: la que nace del silencio, del aire helado, del crujir de la nieve bajo los pies. Una paz que no se explica, solo se siente.
Desde entonces, regreso cada año. Y cada vez que llego, siento como si el santuario me hablara:
«Viniste. Pasa. Siéntate. Qué alegría saber que estás aquí.»
Es una sensación similar a cuando uno vuelve a la casa del abuelo o de los padres, y te reciben sin preguntas, solo con amor cálido e incondicional. Así lo vivo yo, y no puedo evitar emocionarme hasta las lágrimas.
Estos dos últimos años he tenido la dicha de compartir esa experiencia con ustedes, transmitiendo en vivo por TikTok, utilizando señal de internet satelital y lo seguiré haciendo mientras pueda. Porque este peregrinaje no es solo una tradición: es mi momento más sagrado del año.
Y si algún día decides vivirlo…
no me creas. Sube. Siéntelo.